Estoy entre el sueño y el despertar. Mi mente ve claras las cosas más difusas y todo lo palpable se torna etéreo y efímero. Mi espíritu se regocija en la sabiduría de ese instante en que, como por arte de magia, todas las dudas quedan aclaradas.
¿Qué puedo hacer para mantenerlo?
Cada vez que lo intento me despierto. Cada vez que me lo propongo, me quedo dormido. Lo he intentado por años y solo he podido retener un recuerdo que, como el agua, se escurre entre los dedos y deja húmeda la piel de las manos. Esa humedad que asegura que es cierto lo que he vivido, aunque no ha querido ser más que un destello.
Mis propósitos suenan huecos ante el minuto sublime que se disipa con los rayos del sol de la madrugada. Doy vueltas en la cama buscando evitar la agonía del duende sabio que, sabe, no pasará de la mañana.
Cuando hablo contigo, en la alborada, ese minuto bulle en mi mente. Quisiera que te quedes, que me enseñes como retenerte. Cuando me despierto a media noche, no me dejas llegar a la lámpara que ya te has ido. Quiero escucharte, quiero mirarte.
Es un momento es tan pequeño que es eterno. Ese momento es tan largo que se vuelve fugaz en el recuerdo.
¿Cuando volverás a despertarme?
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Hace 2 años
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